Para mandar y ser
obedecidos. Para eso se ganan las guerras, ¡coño!
El 20 de noviembre
de 1939 hacía tres años que las hordas marxistas habían fusilado en Alicante al
mártir más ilustre de la Revolución Nacional Sindicalista que adocenaba España.
Ese día del año 1939, el gobernador civil de Cádiz hizo llegar a todos los
cines, teatros y salas de fiesta de la provincia, un oficio recordando que quedaban
«suspendidos en absoluto toda clase de espectáculos
públicos en el día de hoy, declarado de luto nacional con motivo del tercer aniversario
de la muerte del glorioso fundador de la Falange JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA…».
No sólo eso, para que quedara constancia de la orden, el gobernador hizo firmar
una copia de tal oficio a cada empresario del gremio.
Tres días más tarde, el 23 de noviembre paseaba por la calle Real de San Fernando la señorita María Garzón García. En la fachada de la Iglesia Mayor, bajo la lápida que recordaba a JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA, siempre presente, aún velaba una guardia de honor formada por falangistas, firmes los ademanes, para mayor gloria del Caído. ¡Y María, inconsciente ella, no saludó, brazo en alto, al pasar!
¡Vaya, vaya con la señoritinga!
Fuente: AMSF Caja 1138 / 5-enero-1940
No sabemos si María
conocía estas cosas. Posiblemente sí. La Guerra había terminado hacía siete
meses y la propaganda del régimen fascista era extenuante. Rara era la familia
de San Fernando que no tuviese un represaliado en sus cercanías y el miedo
inyectado en las venas. Era un miedo paralizante… o desafiante, según parece en
este caso. Relataba el gobernador civil de la provincia, en su oficio dirigido
al alcalde de San Fernando, que María, «…al
pasar ante la lápida conmemorativa de José Antonio Primo de Rivera, no hizo el
saludo nacional [se refería el hombre al saludo fascista] y al ser requerida cortesmente para que lo
efectuase, se negó a ello a pesar de que le fue explicado el simbolismo de
dicha Guardia de Honor, cortando la conversación con la frase: “Déjeme Vd. de
tonterías”, dirigida al Camarada Jefe de la citada Guardia».
No sé ustedes,
pero servidor imagina —perversamente influenciado por películas americanas
producidas con capital judío— la cortesía del Camarada Jefe de la citada
guardia ante tal insolencia. Para mí que María conocía perfectamente el
simbolismo de tal saludo, y por eso la cosa de no saludar. Valiente decisión la
de María… o inconsciente, porque se arriesgaba a un buen rapado y un vasito de
aceite de ricino para limpiar sus tripas rojas.
Seguía el escrito
del señor gobernador diciendo que este hecho no podía quedar sin la sanción
adecuada. Digo yo que el hombre debió pensar que un régimen de autoridad como
el que estaban montando, dirigido por personas de orden, como él mismo, no
podía consentir semejante afrenta al honor del Primer Camarada. Por eso finalmente
impuso a la señorita María Garzón una redonda multa de cien pesetas que debía
satisfacer en metálico en el plazo de ocho días…
…las pagó. Por
supuesto que las pagó. ¡La gente de orden, como aquel gobernador, era feliz con
esas cosas!
Hoy, los
herederos ideológicos de aquella jauría humana —asesinos fascistas que en el
año 1936 diseñaron concienzudamente el exterminio de miles de españoles, y
castraron políticamente a dos generaciones más—, siguen vivos y campando a sus
anchas por las calles de nuestras ciudades.
El fascismo
tendría derecho a estar, y a expresarse en una sociedad democrática, si su
mensaje aceptara otras maneras de concebir la convivencia política. Pero su
pretensión inapelable de imponer su sentido particular de la autoridad, de la
disciplina y de la violencia, lo excluye de cualquier entendimiento político.
El mensaje
fascista —lo ha demostrado históricamente— es capaz de licuar la convivencia de
las sociedades en las que parasita. Esta jauría humana no puede, ni sabe, convivir
democráticamente con otras opciones porque, por definición, no entiende ni
acepta otra voluntad política. De un modo gráfico: no es buena idea dejar que
la zorra opine sobre el futuro del gallinero. Hay cosas que los pueblos —y me
refiero a los pueblos que deciden convivir democráticamente— no pueden
permitir, y el fascismo es una de ellas, porque su sola presencia es capaz de demoler
pilares básicos de nuestras sociedades como son el respeto a la diversidad, la
aceptación de lo plural y el derecho de cualquiera a ser diferente. Frente a estos
valores de tolerancia impondrían el inviolable amor a una patria diseñada ad hoc, obligarían a la unicidad de
pensamiento y a la uniformidad ética y estética, como hicieron en España hace
80 años. Por múltiples motivos, es imprescindible identificar, aislar y
extinguir los fascismos —extinguirlos a base de libros, digo—. Es una cuestión
de supervivencia para las democracias.
Se instala
bastante bien el fascismo actual entre las masas bovinas, como siempre ha
hecho. Lo hace apelando a falsos agravios que cometen los extraños contra los buenos
españoles, y siembran una semilla de odio contra los otros, contra el no nacido en esa España, Grande y Única en la
que sólo cabrían ellos. Es un mensaje sencillito el de estos fascistas (a algo
más complejo no llegan): los españoles, primero…
…como si nacer en
una patria u otra proporcionara a los seres humanos más o menos derechos.
1 comentario:
pues sin lugar a dudas maria era una valiente¡¡¡
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