lunes, 26 de diciembre de 2016

Alepo


Es Navidad y hay una muchedumbre de desarrapados en un calle ruinosa de Alepo. He guardado la foto no sé muy bien para qué. Puede que sea un montaje. Parece el fotograma de una película post apocalíptica... esto que vemos sería el mundo exterior, mientras que dentro de las murallas se desarrolla un mundo perfecto, una utopía pulcra, indolente y falsa. Pero da igual, si esta foto fuese un montaje, la realidad no sería muy distinta. De nuevo la condición humana nos destripa el entendimiento y deja el hígado rebosante de hiel. ¿Cómo es posible que ocurra esto? Hoy es Alepo, ayer fue Sarajevo, el otro día ocurrió en Badajoz y en cientos de pueblos de España. Y me temo que seguirá ocurriendo cada vez que rasquemos un poco en nuestra mala condición porque toda esta locura la tenemos muy cerca de la piel.

Y nunca ha servido exterminar a cuchillo a los supuestos enemigos de la moral y la decencia. Lo hemos hecho muchas veces a lo largo de la historia y jamás se arreglan las cosas porque eso implica que únicamente quedaríamos en pie los exterminadores... Y mal ejemplo seríamos entonces para crear sobre esa masacre un mundo mejor. Y tampoco ha servido impregnar a la gente de los buenos sentimientos que se derivan de las religiones ad hoc y convencerles de que la Paz y el Amor son las soluciones... Porque siempre hay gente que cree que su Paz y su Amor son los mejores y los únicos deseables. Y siempre es una preciosa tentación uniformar el pensamiento: una verdad, un camino, una forma. Pero entonces lo demás es erróneo y molesta y sobra... Y entonces es fácil convertir en cosa prescindible lo disidente y lo distinto. Y, una vez convertida en cosa cualquier hombre, es inmediato justificar su exterminio sin problemas de conciencia...

Será que no tenemos solución... Y sin embargo en esta plaza de Pontevedra todo parece armonía. La gente de bien desayuna en la terraza de la Cafetería San Francisco enfundados en chaquetones. El tibio sol ayuda. La luz de invierno es blanquísima y da sombras largas, aún a medio día. Los niños juegan con las palomas. Los padres ríen con sus hijos. No se perciben gestos hoscos. El camarero viste de negro y lleva pajarita roja... Suena la campana de la Peregrina y las palomas se asustan y vuelan en círculos. El suelo es de losas grandes de granito, húmedas. Una paloma se atreve a picotear mi trozo de bizcocho... Es un desayuno tardío de las 12:38 h de un 26 de diciembre. Eso es que debo estar dentro de las murallas, en la parte utópica del mundo... lejos de Alepo.

No. No creo que los hombres tengamos fácil solución a escala global... al fin y al cabo solo somos animales complejos ocupados por naturaleza en perpetuar nuestros genes. Los genes propios, digo. Y eso no ayuda precisamente a ser hombres y mujeres solidarios y altruistas. Y cada vez que lo logramos es a pequeña escala y en cortos periodos de tiempo. Somos mejores cuando nos parecemos a grupos de lobos colaboradores que a grandes manadas... porque los pastores nos convierten en rebaños manejables.

Si logramos superar nuestros instintos, alguien debería explicar cómo coño se hace.


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