martes, 6 de mayo de 2014

Hay que votar siempre

En el último tercio del siglo XX, la experiencia chilena de don Salvador Allende nos convenció a muchos de que el camino correcto para llegar al socialismo era la democracia. Cuarenta y cuatro años más tarde a lo único que aspiramos es a alcanzar democráticamente una democracia real, donde se gobierne para las personas y se regulen racional y rígidamente las leyes del mercado. Sólo eso...


...y la experiencia histórica también nos indica que los procesos democráticos para construir sociedades medianamente justas han sido abortados violentamente por ese poder financiero que quisiéramos humanizado y encorsetado en valores éticos.

Y a pesar de todo lo que nos enseña la experiencia, quiero creer que si queremos que el mundo sea más justo tendremos que hacer varias cosas, y una de ellas —no se sí la más eficaz o la más inteligente— será elegir a ciudadanos que realmente defiendan a la gente. Es decir, introducir en este sistema podrido una semilla de aire fresco, y no dejar los gobiernos en manos de los mismos que han permitido, y han sido cómplices, del desamparo ciudadano, del expolio del Estado y de la extinción de nuestros derechos. Creo que tenemos que utilizar los mecanismos a nuestro alcance para que no se los apropien definitivamente en nuestro nombre.

Podemos quedarnos en casa y dejar que voten los mismos a los mismos de siempre, los que —de una u otra forma— han sustituido el impulso ético de la política por el único valor de los mercados. Si vuelven a gobernar en Europa y en España enarbolarán la bandera de la democracia formal y dirán que han sido elegidos por el pueblo para seguir expoliándonos en nuestro propio nombre.

No podemos quedarnos en casa porque no debemos ser sólo espectadores impasibles. Porque mientras nosotros calentamos el sillón ellos culminan una estafa demoledora para nuestro modo de vida. Mientras dejamos pasar la oportunidad, muchos de nuestros jóvenes se marchan de España y los que se quedan medran al pairo de los esclavistas de turno, sin futuro, sin expectativas. Muy pocos son los que superan el miedo y enarbolan en las plazas la bandera de todos los desafortunados. No podemos quedarnos en casa mientras votan los que nunca se plantean nada, los que piensan que esto no va con ellos, los instalados en la ceguera, los adormecidos por la pasividad y la falta de sentido crítico, los adocenados por la comodidad y, sobre todo, los doblegados por el miedo a disentir. Todos ellos, aislados en sus pequeños submundos y acartonados por la propaganda y por el miedo al cambio... Por eso, los que queremos cambiar las cosas de forma civilizada —sin abandonar cualquier método civilizado de pelea—, tenemos que participar usando todos los caminos que plantea el régimen neoliberal y criminal que nos tiraniza. Tenemos que votar para introducir en su engranaje nuestra semilla. Ellos nos quieren aburridos y cansados de democracia, así nos quieren.

El futuro del mundo no puede estar un sistema que genera desigualdad aceleradamente, que expolia a los pobres y acumula la riqueza en los ricos, y sobre todo, que nos aboca a un desastre medioambiental a nivel planetario. Un sistema del que Europa y España son fervientes adoradores. Un sistema de permite, tolera y ve lógica esta dinámica es un sistema que hay que destruir hasta la raíz por injusto e incompatible con la democracia real y con la supervivencia del propio planeta. Y porque ha abandonado todo comportamiento ético en la política para sustituirlo por la exclusiva épica de los mercados desoyendo la necesidad de las personas. Ojalá sustituyamos este sistema de forma civilizada, es decir, de forma democrática, votando en todo el mundo a personas que realmente defiendan a la gente y que sean beligerantes con las leyes ciegas del mercado y con los valores del neoliberalismo, verdadero cáncer del mundo que tenemos.

La economía basada en las leyes del mercado -como la que rige e impera en el mundo globalizado- no conduce a una sociedad justa, nos lleva a una permanente guerra social y, sobre todo, al exterminio de la democracia para caer en la dictadura de los mercados.

Permanecer sentados y callados es el error de nuestro tiempo. Es seguir el juego de los poderosos que nos quieren dóciles. Aunque suene ingenuo creo que debemos votar. Está en nuestra mano hacerlo. Que no se diga que no lo intentamos civilizadamente.



No hay comentarios: