miércoles, 30 de julio de 2008

Cuando la moral religiosa se convierte en ley

"Irán ejecutó ayer a 30 personas condenadas a la pena capital por distintos delitos, con lo que asciende a cerca de un centenar el número de ahorcados este año.
La pena capital se aplica, entre otras causas, para hacer frente a las “acciones inmorales”, delitos que son perseguidos por la policías y efectivos de los Basij (voluntarios leales al régimen). Mujeres que usan mal el velo islámico, jóvenes que cortan o se hacen un peinado que pueda parecer occidental y tiendas que venden ropa corta o transparente también pueden ser castigadas por no respetar las normas de la religión mahometana, aplicada de forma estricta en Irán..." (San Fernando Información, 28 Julio 2008)

Hay que ser imbécil y cruel para obligar a las mujeres a esto...

Otro ejemplo en Arabia Saudí: Condenado a muerte por blasfemo

No quiero creerlo. ¿No decimos muchos de nosotros que nuestro propio dios particular es el más misericordioso? No, no podría creer que este o aquel dios, diseñado a imagen de imbéciles, se divierta viendo reprimir a mujeres que se quitan el velo o se colocan una falda corta; o se enfade si mencionan el pene de Mahoma; o busque masacrar infieles; o se divierta viendo asesinar a homosexuales... a no ser que tal dios fuese diseñado especialmente por crueles homófobos o por mariconzuelos empeñados en aparecer como hombretones. Esta gentuza ¾y me refiero a la gentuza que entiende y sustenta estas religiones concretas, no otra¾ necesita salir de la Edad Media, necesita mamar intensamente un Siglo de Luces; necesita vivir una Revolución a la Francesa y, si aún mantienen la cabeza sobre los hombros, amanecer a la razón... y después de eso ser capaces de apostatar de una puñetera vez.

Y conste que no me olvido de los cristianos trogloditas que mantienen la pena de muerte en esa gran nación bendecida por dios. Ni me olvido de los obispos, como el de Murcia (España), que sacan a la calle, en pleno siglo XXI, sus patrullas de la moral, cual basijislámicos, para que ejemplifiquen un comportamiento adecuado en mitad de losbotellones... estos necesitan de lo mismo, tres cuartos y mitad. (Saliendo de las cavernas)

Por favor, las religiones a los templos, la vida pública es para cosas serias.



sábado, 26 de julio de 2008

La inmensidad de los tesoros estancados


El homo sapiens venido a menos ha visto tesoros estancados en majestuosas iglesias católicas. Y ha contemplado, rendido y asombrado, la grandiosidad de los templos que el ansia de poder construyó para mayor gloria de la clerigalla dominante desde el siglo IV hasta prácticamente nuestros días. Y lo que he visto sólo es una pequeña parte de la inmensa ostentación que han levantado a lo largo de estos siglos. Y digo inmensa ostentación de la clerigalla porque no creo que los dioses necesiten ostentar nada... ya son inmensamente poderosos por definición, ¿no?

Y sentado en un banco, en mitad de una iglesia, absorto y maravillado en la contemplación de una gigantesca cúpula pintada con dantescas imágenes de los suplicios del infierno ¾¡madremía, que obsesión con asustar al personal!¾ me imagino a la gente del pueblo llano absolutamente anonadada y aplastada ante la contemplación de la grandiosidad de cualquier catedral gótica. Me refiero a la gente que durante toda la historia no tuvo donde caerse muerta; al pueblo que no tenía acceso al conocimiento porque ni a la iglesia ni a sus conmilitones les interesaba que conocieran; al pueblo que sólo era sujeto de servilismo, y al que, en su obligada condena a la ignorancia, era sumamente fácil hacerle creer que su destino era obedecer; al pueblo que era carne del adoctrinamiento más inmisericorde que se pueda imaginar... a ese me refiero, a nuestros antecesores, padres y abuelos, todos ellos convencidos creyentes sin opción a no serlo.

Servidor los imagina en los siglos oscuros (y en los siglos de las luces aún peor) cayendo de rodillas ante la contemplación de una vidriera gótica con un Satanás rojo pinchando elculo de un pecador para echarlo en las llamas eternas. E imagino la convicción más profunda que emana del pobre hombre: Dios existe inevitablemente. ¿Cómo no va a existir? Si yo vivo en una choza mísera,¿quién si no Dios vive aquí?

Sí... sentado en un banco, en mitad de una iglesia, absorto y maravillado en la contemplación de una gigantesca cúpula, la pregunta surge inevitablemente:

Si dios es un ser infinito en todos los atributos humanos imaginables ¿para que quieren los dioses esa indecente ostentación?

Pero no, amigo, no nos engañemos. La pregunta no está correctamente planteada porque los dioses no quieren nada, los dioses simplemente no existen, igual que no existe el Ratoncito Pérez. La pregunta correcta sería esta otra:
¿Para qué ha querido la clerigalla ostentar tanto poder plasmado en templos imperecederos? ¿Para qué tanta riqueza y tanto arte acumulado y estancado en sus templos? ¿Para qué cosa decente? ¿Para qué?



Una cosa sí hay que reconocer a la clerigalla: implicar tanto esfuerzo en la creación de esas joyas del genio humano a la postre ha contribuido al desarrollo de la ciencia, de las técnicas y de las artes... Eso sí, aplicadas, por supuesto, a la ostentación de su poder. Pero, sea como sea, ahí está el arte religioso como una demostración del genio humano. Y ante esto surge otra cuestión... si en lugar de apostar por el desarrollo de la superstición religiosa ¾en forma de templos imponentes y obras de arte eternas¾ los hombres hubieran apostado por la ostentación de la razón y de las ciencias humanas, ¿qué civilización tendríamos ahora...?




miércoles, 23 de julio de 2008

El hombre del oboe


Vestía el hombre pantalón negro y camisa blanca de manga larga, y tocaba el oboe en lo alto del Ponte Rialto, sobre el Gran Canal de Venecia. Si no fuera porque no hablaba ni una palabra de español, diría que era el mismísimo don Gregorio Peces Barba venido a menos... o a más, que nunca se sabe.

Todas las noches el viejo profesor de música dejaba escapar su alter ego para convertirse en músico callejero a cambio de unas pocas monedas. ¿Quién sabe? lo mismo era realmente un insigne músico que gustaba de experimentar la ridiculez humana, capaz de pagar doscientos euros por escuchar su música en una gran auditorio y al mismo tiempo pasar de largo, sin prestar la menor atención a la misma música, si la encuentran gratis en una esquina... ¡no sería la primera vez que tal cosa ocurre!


Todas las noches, para rematar el día agotador, subimos a Ponte Rialto, sobre el Gran Canal de Venecia. Es cierto que Venecia embruja. Y todas las noches encontramos al viejo profesor del oboe en su puesto, rodeado de sus melodías... que hasta nos aprendimos su repertorio apoyados sobre el poyete de mármol del viejo puente, pulido por miles y miles de manos. Todas las noches tuvo nuestra moneda y al final hasta nos enviaba un guiño de complicidad... y bajo su música nos besamos todas las noches como si fuera la primera vez; los treinta y cuatro años que han pasado no han agotado nada...

...y si cada beso es el primero, quedarán muchos más. ¡Oh, Venecia!



miércoles, 2 de julio de 2008

Ella ronronea como una gatita

Mary Cholis ronronea como una gatita. Ya no articula palabras porque no las recuerda y porque tiene la garganta llena de tubos... El caso es que sólo ronronea y llevamos meses sin saber qué puñetas quiere decirnos. Alza una mano como para pedir la vez, pero en realidad intenta apartar visillos invisibles que caen delante de sus ojos, y nunca consigue apartarlos; nunca lo consigue. Y si coges su mano, te aprieta... pero aprieta poco porqueMary Cholis ya no tiene apenas fuerza.

Sus ojos siguen siendo de un azul celeste profundo, muy bellos, aunque ya no te penetren, ni sonrían picarones o amables como antes. Tampoco te miran y, en todo caso, si te encuentran, te traspasan... ¡a saber hasta donde volará ahora su mirada!

Detrás de la ventana hace un calor infernal... me temo que ella seguía pensando que tal invento existía. Pero afortunadamente los infames cabrones no lo inventaron para ella...

Y así van cayendo las horas y los días, mientras Mary Cholis ronronea como una gatita pidiendo no sabemos qué cosa. ¿Qué pediría si fuese capaz de pedir? ¿Qué puede pedir un hombre cuando sólo puede morir, cuando ha olvidado comer, mirar, reír, comprender, reconocer a sus hijos, cuando ya no puede caminar? ¿Qué puede pedir –si pudiera pedir- un hombre que va a morir y que solo puede morir?

Y con qué fuerza se aferra la vida a un cuerpo agotado. ¡Con qué crueldad se aferra! ¿Para qué coño y por qué cojones...?